Capítulo 8: El Otro Lado del Pasadizo
Elian avanzó con pasos firmes, tratando de ignorar el eco de sus pisadas en el pasillo. Se prendió una luz azulada, una luz al final que parecía latir, como si estuviera viva.
Se obligó a respirar con calma. Nada de entrar en pánico.
Cada centímetro de su cuerpo le gritaba que diera media vuelta, que encontrara otra salida. Pero no podía. No sin saber qué había detrás de esa puerta.
Al llegar al umbral, vio que la luz provenía de una lámpara de aceite sobre una mesa.
Y ahí, sentada en una vieja silla de madera, había una mujer.
Elian sintió que su corazón se detenía un instante.
—¿Mamá? —su voz salió más débil de lo que esperaba.
La mujer levantó la cabeza lentamente.
Sus rasgos eran casi idénticos a los de su madre… pero algo no encajaba.
Sus ojos.
No tenían brillo, no tenían calidez. Eran como un reflejo vacío.
Elian sintió un nudo en el estómago.
—¿Quién sos? —preguntó, con la voz más firme.
La mujer inclinó la cabeza, como si analizara su pregunta.
Entonces sonrió.
Un escalofrío le recorrió la espalda.
Porque esa sonrisa… no era humana.
—He estado esperándote, Elian.
Elian apretó los puños.
No podía quedarse ahí. Tenía que pensar rápido.
—¿Dónde está mi madre? —exigió, tratando de sonar más seguro de lo que se sentía.
La mujer se puso de pie. Sus movimientos eran fluidos, demasiado perfectos.
—Cerca —susurró.
Elian retrocedió un paso.
—¿Qué significa eso?
La mujer ladeó la cabeza.
—Que la podés encontrar… si sabés dónde buscar.
Elian sintió un temblor en las manos. Esto era un juego. Uno que él no entendía.
Pero sí entendía una cosa: no podía confiar en ella.
La mujer dio un paso hacia él.
Elian sintió que su tiempo se acababa.
—Si realmente sabés dónde está, decímelo.
Ella sonrió aún más.
—Eso depende… ¿estás listo para ver la verdad?
Elian tragó saliva.
Y entonces, la lámpara de aceite parpadeó violentamente, lanzando sombras deformes por toda la habitación.
La mujer levantó la mano.
Y todo se apagó.
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